En la vía al norte de Valledupar, encontramos una panorámica espectacular, no puede pasar desapercibida, la población de Badillo, caserío de importancia histórica, los españoles de la época de la colonia desembarcaban allí el ganado que traían de Cartagena, Santa Marta o Riohacha para llevarlo a Bogotá. Además los curas montaron allí la primera fábrica orfebre de la región de objetos religiosos que servían para la liturgia.
Esta población la hizo famosa Rafael Escalona, no por el tesón y la laboriosidad de sus habitantes en su mayoría agricultores, tampoco por exaltar la fertilidad de estas tierras en la siembra de arroz, ni por el culto que le rendimos con el nombre de la población a Pedro Badillo, militar español, nefasto y sanguinario que nos mandaron para asolar la región.
Rafael hizo famosa la población en la ‘La custodia de Badillo’, al denunciar un hecho macondiano, el robo del cáliz ocurrido un domingo después de la misa en la iglesia de ese lugar, con cuatrocientos años de antigüedad, cronistas y compositor apuntan a los clérigos.
Cuenta Escalona, que en 1950 los sacerdotes iban de pueblo en pueblo a decir misa, la primera visita por los curas era Badillo por la importancia de su iglesia.
La persona encargada de guardar celosamente los símbolos religiosos del pueblo en un baúl con aldabas de alambre de púas, candado con la máxima seguridad de la época, era el nativo Gregorio Díaz. Ocurrió para las fiestas de San Rafael, Gregorio le entregó al cura la custodia para iniciar el rito y este al finalizar la misa devolvió la custodia, el guardián religioso sorprendió al cura diciéndole: ¡Padre! esta no es. El cura iracundo le respondió
¿Cómo osáis decir eso, vais dudar del iluminado de Dios? ¡No padre, no es! “No pesa lo mismo, no tiene el mismo tamaño, y tampoco el mismo color”.
El sacerdote lleno de ira excomulgó al custodio, lo condenó a la hoguera y lo declaró ateo, el pueblo se arremolinó y comentaron, se robaron la custodia, se la llevaron, ya se perdió.
Los habitantes del pueblo vinieron a Valledupar en vetustos camiones, a poner en conocimiento del Obispo semejante sacrilegio, le dijeron la anomalía, le hablaron del hurto del que había sido objeto la custodia, manifestaron su desconfianza con el presbítero que ofició la misa, lamentaron que les robaron en sus narices el cáliz de la vieja ermita, que es su orgullo, habían quedado desamparados.
El Obispo entro en cólera, los maldijo. ¡Parranda de fariseos! Amenazó con la ira de los tribunales de la inquisición, si no se retiraban de la casa de Dios.
Cabizbajos tocó acatar la orden y devolverse a sus casas o parcelas con las manos vacías, temerosos de la maldición y la hoguera.
El cáliz nunca ha sido encontrado, comentan que puede estar en Popayán o Salamanca, España, moradores tienen preparado ir a Cartagena con motivo de la visita del papa Francisco y poner en su conocimiento el robo de la custodia, a ver si 67 años después puede ayudar a recuperarla.
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